7 de mayo de 2010

Soy capaz de manejar las sombras, pero no de luchar contra un eclipse

La luz hiere a mis ojos, parece que desarrollé una alergia a quedar expuesto ante tanta claridad, ante tanta exposición. Me esclavicé, y soy preso de mi mismo. Me oculto entre las sombras, paso inadvertido, a la luz del día soy uno más, tan sólo oculto tras un manto de estrellas puedo ocultar mi interior... y aquí estamos, dando pasos, a ciegas a veces, cometiendo los mejores aciertos y provocando los mayores errores, pude pecar pero jamás provocar una tragedia.

Al otro lado quizás la luz del sol le desoriente, seguramente porque tampoco quería ver que la luz podría hacer que sufriera, pero esa capacidad de lucir su figura ante el sol se desvaneció y el mundo le pareció hundirse por sus alrededores. Y parecía que aunque hubiera pensado que no quería que el sol brillará, porque le tenía odio en aquel momento tan duro en el que este sol se escondió, no desestimaba la oportunidad de volverlo a ver, pero parecía que seguía sin volver... echó tanto a perder, tanto dolor sufrido... se sentía como una persona tonta, como podría anhelar algo que le había hecho daño en algunas ocasiones... Y cayó... cayó a las tinieblas... quería ver por donde pisaba... no conocía las sombras y no sabía adónde ir.

Entonces entró en un pozo donde solía tomar algún remedio de los que me hacen olvidar, y me encontró. Quizás fue la única persona que me logró ver y no huyó de mí. La oscuridad no le daba miedo y para mí, era mi hogar. Pensó en volver al día, a la luz, que poco a poco aparecía de nuevo, pero le cogió nostalgia y rabia, pero no podía evitar salir a la luz, el sol era parte de su vida diaria. Entendí entonces mi poder... el poder de moverme tras mi manto de estrellas, el poder de manejar las sombras, de ocultarme tras ellas y de esconder cualquier cosa dentro de mis apreciadas sombras. Lo dispuse como una solución a mis remedios caseros por olvidar y congelar mis sensaciones, cuando cayó al pozo, me ayudó, me sonrió, no me dió la espalda y eso me recordó a las profundidades del océano... la tranquilidad, la calma... la panacea a mis pesadillas y mi conciencia.

Le reconocí a luz del día aunque mi manto de estrellas dificultara mi capacidad para predecir cómo sería su reacción al volver a verme; cambiado, la piel de mi rostro se iluminaba más de lo corriente al reflejar cada haz de luz que peleaba contra la superficie de mi eterna palidez, parecían explosiones continuas que hacían relucir mi ya conocido escudo metálico. No le comenté mis intenciones de inicio, conocía que su situación se asemejaba a la vivida en mis recuerdos, y entendí que con mi ayuda, la simbiosis sería posible. Sufriría mis desidias y mis voces durante los lamentos mientras yo conseguía alargar las sombras para que no sufriera el impacto brusco que la luz proyectada por el sol, que en su día le iluminó y le hizo brillar, destellaba contra su figura.

Pareció haber evolución, ya no relucía el arco iris tras las gotas transparentes que brotaban de sus ojos, y que provocaban cada día los haces de luz que emitía aquella figura tan grande. Me sentí en cierta manera como un pez contra un tiburón, sabía que no tenía nada que ganar en esta guerra, pero ésta no era mi guerra, no tenía un objetivo competitivo, no buscaba ganar nada, más que mi propia salvación de mi mismo, de mis tormentos. Esbozó sonrisas y carcajadas a los días, y eso inyectó poder en mis venas, con lo que mis sombras parecían tener efecto, cada vez se hacían más grandes, podía moverse más entre la oscuridad... sus pupilas comenzaban a adaptarse a la oscuridad a la que yo me adapté por obligación. Comenzó a sentir que su piel volvía a brillar, pero jamás descubría si su piel brillaba igual o diferente, porque no se sometió a la luz del día. Era algo que con el tiempo descubriría, y yo sería testigo, sería testigo de su renovación o su transformación, sabía que cuando volviera a exponerse a la luz yo podría valorar si su piel brillaba igual o diferente y podría sostener que estuve allí, que fui salvación ante mi propia salvación.

Pasó poco tiempo, pero parecía haber pasado un milenio. Pareció que se adaptó a mi manera de vivir para recuperar su vida en fragmentos, y cada día que pasaba era un día en el que no necesitaba tomar mis remedios. Parecía otra persona, una persona parecida a la oscura persona que reflejaba mi figura desfigurada, le induje a ello seguramente, pero yo mantenía firmeza sobre mis palabras, sobre mis actos, sobre mis intenciones. No debía correr ni saltar, eso provocaría que las sombras se movieran y la luz impactara de manera directa sobre su nueva configuración fisiológica, podría herirle si quisiera avanzarme a su manera nueva de vivir. Por lo que acordé que mantuviéramos un ritmo y una dirección lineal y predecible, parecía como si también pudiera mover sombras, como si hubiera aprendido mis habilidades. Y a mí me daba igual como viviera, siempre que estuviera bien, fue como si ahora mi deseo fuera su salvación, relegando a un segundo plano la mía propia.

Mis palabras fueron concisas a su mirada de incertidumbre: "Tu luz compensaba sobradamente mis sombras. Soy capaz de manejar las sombras, pero no de luchar contra un eclipse". No sé si lo entendió, yo creía firmemente que no tenía a la cura a su delirio ni a su locura, yo jamás podría esconder con plenitud algo tan grande, jamás podría hacer que el día fuera totalmente de noche, pero sabía que dentro de mi medida, podía ofrecerle ese hueco donde me refugiaba, donde no existía la luz del día ni las bocas hablaban sin saber. Y no sabía si eso era lo que reinaba en su mente, no sabía si aquella "nueva" persona tenía en mente aumentar el poder de mis sombras y creía que de ese modo ocultaría el sol, y de ese modo yo jamás lo hubiera impedido si eso provocaba su salvación, y por supuesto, la mía.

Y aunque sol fuera su sueño, su propia persona su tortura y mis sombras su remedio. Siempre abrazó mis sombras, porque nunca se apartaron.











"Espero que las bocas que no saben, no hablen"