19 de abril de 2012

Bipolaridades estables

He pensado siempre que todos tenemos nuestros puntos de bipolaridad, aquellos en los que decidimos algo y al medio segundo pensamos lo contrario, o tan sólo lo escogemos como un simple capricho que al poco se esfuma. Me siento bipolar. Es una sensación de caos, un caos que a su vez equilibra mi mente. Consigo racionar con lógica cada elemento que aparece en mi vida, sin saturar unos ni olvidar otros... Mi madre me decía de pequeño que de tanto usar su nombre lo gastaría, y algo así creo que pasaba con mi vida.

Miro atrás, estos últimos años en los que mis sentimientos han sido más planos que el pulso de un cadáver, he vivido entre sombras, ocultando todo lo que me ha podido generar sentimientos para no sentirme débil ante nadie, y aunque pueda parecer frío siempre ha sido un instinto de supervivencia, un seguro a la hora de dar pasos y pasos, de recorrer kilómetros sin caer al suelo. Pero hace poco hubo un "clic" en mi vida, un deseo repentino de salir a la luz y mostrar lo que seguramente no hubiera mostrado por precaución. Por entonces nunca me sentí débil ni herido, me sentía confiado, con ánimo de afrontar aquel reto... mi cabeza decía: "Estás loco" mientras mi corazón decía: "Bienvenido a la vida". Así fue, me predispuse a sentir si debía sentir; a odiar y a amar, a reír y a llorar, a creer y a desconfiar... a tener fe en las personas y a tener fe en mí.

Pasó el tiempo, y las palabras amistad se hacían grandes y eternas con el acontecer de los días, la lealtad venía a visitarnos cada tarde, y la confianza cada vez acostumbraba a venirse con nosotros con más frecuencia. Sin embargo, el amor seguía sin dar señales de vida, sabía que en su día lo tuve que expulsar de mi casa sin razones aparentes, y que seguramente aquello le acarreó un gran lastre como para volver. "Si deseas algo con mucha fuerza, déjalo en libertad. Si vuelve a tí, será tuyo para siempre. Si no regresa, no te pertenecía desde el principio" pude escuchar un día de los labios de Demi Moore en una proposición indecente, y quizás, sólo quizás aquello es lo que le negaba al amor volver. Pensé que alguien me lo debería traer

Y pude volver a querer, seguramente no de la misma manera, pero en cuanto pude tener un ápice de amor lo hice exponencial. Saturé mi cabeza de corazones y de páginas dulces y cariñosas; impensable para alguien que había ocultado su propio yo bajo tierra. Cada paso que daba hacia aquello que quería más me alejaba. Se convirtió todo mi mundo en una obsesión, algo que giraba entorno a un sentimiento, a una idea; la de ser feliz y compartirlo con alguien. Y cuanto más convencido me sentí de ello, algo volvió a darle un leve giro, algo que me hizo ver que todo tiene un tiempo, que el cien por cien en una idea no era eficaz y que no sanaba mi vida, que no me hizo bien. Me creo una bipolaridad, aquella bipolaridad que permitió ver mi mundo desde lejos, de entender que para todo existe su momento, que cada mundo gira en una órbita y que hay momentos en los que nos toca cruzarnos con la órbita de otros y en otro momento con la de otros más. Creo que esa bipolaridad me ha dejado sentir sin obsesión, querer lo que tengo sin dañarme y sin dañar al resto. Esa bipolaridad me ha dado estabilidad para sentir y quien sabe si me deja ser feliz y compartir mi mundo aún por mucho tiempo.