26 de diciembre de 2010

Corazón congelado

[...] Y sobre la mesa del escritorio de su habitación Susana encontró una carta.

Decía así:

Hola Susana, 
Jamás encontré la manera de decir todo lo que pensé. Tuve miedo. Miedo por crear en ti una negativa sobre mí. Miedo a perderte. Ahora me siento con fuerzas y valor de decirte que volví a sentir crecer mariposas en mi estómago, incluso derramar una lágrima por alguien a quien me duele ver sufrir o tan siquiera ver que te alejas... Hoy me armé de valor. Sé que no podrás creer la mitad de mis palabras, que el compromiso pudo acechar nuestras vidas, y en concreto atentar contra nuestra libertad. Libertad que al final me ahogaba, que ironía... 

Siempre bailé a tu ritmo, siempre quise que tú llevaras el compás de esta melodía que componíamos. Siempre quise entonar tus notas y mirar tus ojos cuando tus labios se movían. Pero cada día te veía más lejos y cuanto mas lejos te veía más fuerte me hice y más luché, a pesar de decir palabras que atentaban contra la cruda realidad. Nunca te llevé la contraria, sólo quise disfrutar de tu compañía, acompañarte en este camino... Caminar o correr juntos...

Siempre te estaré agradecido, me hiciste ver cosas que jamás vi. Me hiciste mas grande de lo que jamás pude pensar...

Hoy ya se acabó... Siempre he mantenido que Escribo pecados, No tragedias... y esto tan sólo es un pecado más.

Oliver

Sobre la cama se encontraba Oliver, inmóvil y algo pálido. Susana se acercó y le tocó el rostro, y palpó el frío que desprendían sus mejillas. Y al poner la mano en su pecho se percató que su corazón se congeló.

23 de diciembre de 2010

Ganar o perder... será un tema de piscinas

Nunca fue tan fácil saber si ganábamos o perdíamos si podíamos ver a un chaval cayendo en plancha a 2 metros y 10 centímetros de altura sobre el fondo de una piscina vacía... Y entonces empezaron a llegar las primeras conclusiones...


-Tío... ¿Cómo te tiras a una piscina vacía?¿Acaso no ves que es ir a hacerte daño?¿Qué no tienes nada qué hacer?


-Nunca se sabe- Respondía el otro con algo más duro que un hueso roto


Era evidente... se trataba de una derrota más que notable.


Después existían otros que si encontraban una piscina vacía o que apenas tenía agua, ellos eran tan chulos que cogían una boca de riego bien grande en un par de segundos ya tenían la piscina llena... después de tirarse de cabeza, hecho más que evidente dado que daba por hecho que sabía que agua había, al poco hundía la piscina volviéndola a vaciar... 


Y claro, es un cabrón, pero siempre gana, y de paliza.


Y luego existen aquellos que ven una piscina vacía o con poca agua, cogen una manguera y empiezan a llenarla, es un trabajo costoso y largo. Y luego piensan: ya hay suficiente agua, me tiro. Acto seguido existen dos posibilidades, que la piscina no se haya llenado lo suficiente y zas! en toda la boca; o que consigan sobrevivir al salto y haber triunfado.


Sin duda, estos son aquellos que parecen que van a empatar y por un detalle se decide si ganan o pierden por la mínima.




Conclusión, ya no sé que es mejor si quedarse en el borde con la manguera llenando una piscina hasta que sea tan evidente que rebosa el agua o tirarse a riesgo de romperse la cabeza.


Felices Fiestas Piscineros!

20 de diciembre de 2010

Una vida de sueño

Llevo meses despertándome por la noche, no consigo conciliar el sueño. Aparte de mi lado el despertador al que tanto odiaba y me quedé mirando las rayas de luz que atravesaban mi persiana, apenas distinguía lo real de las sombras... ¡Qué ironía! Parecía que la luna me estaba jugando una mala pasada, que quería hacerme recapacitar por cómo era mi vida. Y lo peor de todo es que acertó...

Siempre me han gustado las ilusiones, pero sólo aquellas que se veían en trucos de imágenes y demás historias ópticas. Y al fin y al cabo me encontraba en una espiral de ilusiones en las que ya no sabía distinguir qué era real y que era una sombra. Y tampoco debía ser difícil para mí descubrirlo, ya que durante mucho tiempo me entretuve maquinando mil historias detrás de las sombras para conseguir todo aquello que quise. No obstante, algo había cambiado, todo parecía ir mejor de lo que podía esperar y sin duda todo era real, por lo menos esas personas. Aun así, siempre tuve el don de descubrir esas sombras y misterios, que posteriormente uno conoce de los demás, antes de conocerlos de sus propias bocas. Como ya dije, me acostumbre a ver muchas sombras y a jugar con ellas y por ello siempre pude adelantarme. 

Y hasta aquí todo es perfecto, mi realidad era perfecta. Como bien se dice, después de muchas tormentas me llegó la calma... ¡y qué calma! Sólo existía un pequeño miedo en mi interior, y era que como si de la luna se tratase, no conseguía ver las sombras de otras personas, concretamente de alguien que parecía tener a su alrededor un halo distinto al resto. Y eso me hizo dudar, no conocía de antemano que forma tenían sus sombras ni tan siquiera si eran más oscuras o más claras, si desdibujaban siluetas sencillas o complicadas... ya no sólo tuve miedo de por qué aquella persona... si no de por qué no podía hacer lo que se me daba tan bien. Si había cambiado algo en  mí o si por el contrario había algo distinto en esa luna que impedía que pudiera leer sus ojos.

Nunca había fallado, de hecho siempre me sentía seguro yendo un paso por delante, me hacía ser más fuerte, más duro, menos frágil... menos débil. Y ahora estaba allí en mi cuarto, observando como un pasmarote unas líneas de luz tras la persiana, preguntándome por qué no paraba de pensar en la luna y en sus sombras, en por qué cada noche visitaba mi cama y se infiltraba en mis sueños... 

De momento sólo me quedaba esperar, esperar una vida llena de sueños.