10 de septiembre de 2012

Una puerta entreabierta

Han ido estancándose todos los caminos por los que la vida le han llevado, ha ido abriendo puertas y al siguiente paso cerrándolas. Jamás abrió nuevas puertas sin cerrar las anteriores, no quiso dar la oportunidad que nada de su pasado pudiera colarse en su presente, ni mucho menos en su futuro. Por eso, cada etapa, cada capítulo de su libro, a cada sala a la que pasaba, cerraba la puerta que le había dado paso, y si consideraba que no podía bajo ningún concepto colarse nada de la anterior sala, la cerraba con llave y si hacía falta con cerrojo y candado.

Cada sala estaba envuelta de ilusión, de aventura y riesgo, de esperanza, de valor, y de un toque de misterio. Y con esa ilusión, ese espíritu aventurero, esa esperanza, ese valor y ese misterio afrontaba el mismo día que cerraba una puerta aquella nueva experiencia y estancia en la nueva sala. Pero el tiempo lo cambió todo, se mantuvo en una sala durante mucho tiempo, algo lo ató a ella, y pese a conseguir abrir una puerta y pasar a la otra sala, no conseguía cerrar aquella puerta. Las cadenas que lo ataban llegaban a pasar de sala, pero no permitían que la puerta se pudiera cerrar. Tenía convicción, sabía que tenía que pasar a la siguiente sala pero no podía; la ilusión se desvanecía, la aventura lo asustaba, la esperanza permanecía en la otra sala, el valor se estremecía con el pesar de las cadenas y el misterio le impedía dejar de mirar a la sala anterior.

Aquella sala anterior ya no tenía ilusión ni nada, se encargaron de pintarla de otros colores; de rojo traición, de negro ausencia, de blanco rendición, de gris decepción, de verde desconfianza, entre otros colores que ya no quería ver. Intentó pintar encima pero a cada centímetro que lograba cubrir, había un metro que se encargaban por si solos los actos de recubrir. Recuerda que un día le dijo a una buena amiga que dejar puertas entreabiertas solo puede hacer mas que sufrir que te pilles los dedos, pero daba por hecho que sino la cerraba es porque como dicen las madres; "La esperanza es lo último que se pierde". Y el tenía esperanza de ser reconocido, de ser valorado, de sentir razones por las que volver a confiar, de que las palabras y actos caminen de una mano, para que, de este modo, poder volver a aquella sala, cerrar la puerta y quitarse las cadenas y poder ser libre y decidir si realmente vale la pena permanecer en aquella sala, darle un toque de rojo pasión, de blanco sinceridad, de azul calma, de naranja vitalidad, de amarillo suerte, de añil claridad, de verde esperanza... Y creer, por lo menos, que existen 7 razones por las que su vida puede ser mejor dentro de esa habitación.