29 de julio de 2012

Me voy

Me voy. Me voy de este hogar y lo hago por la puerta más pequeña. Sin ruido ni dudas, las dejé atrás y me decidí a no mirar más que a mis pies firmes aunque temblorosos dando pasos sobre este nuevo sendero. Y es que lo único que me daba más esperanza en esta decisión era buscar la palabra NUEVO en todo lo que debería devenir. Se agotaron las palabras en aquel salón, el silencio reinaba en cada habitación, se agotó mi ilusión, mis ganas y mis esperanzas, pese a que tuve que reponerlas con aliento que ni de mi cuerpo podía salir, lo pedí prestado y aún así no quedaron motivos, no quedó un resquicio en el que brillará el sol y se viera algo allí dentro. Simplemente estábamos casi dos meses a oscuras.

Un juguete antiguo, una canción del verano de hace dos años, un hobby temporal durante un invierno en el colegio, una película que te dejó un gran recuerdo... me siento aquello que fue importante pero que se olvidó, y que de vez en cuando echan en la radio o en la televisión y te apetece volver a escucharlo o verlo. Todas las palabras que llegaron a estos oídos no eran más que suspiros del viento, ilusiones que crecían por la mañana, se desvanecían por la tarde y se convertían en pesadillas por la noche. Sentí caer mi mente en un estado de fatiga emocional, tal ha sido así que mi cuerpo se resiente por tal carga. Y necesito, si mas no, sobrevivir de nuevo.

Me voy, me voy pensando que todo lo que ha sucedido ha sido lo mejor y lo peor de este tiempo. Ha sido la razón por la que hubiera arriesgado mi alma, incluso vendido, pero a la vez ha sido la razón que me ha arrebatado la ilusión. Algunos se preguntan si me pasa algo, pero no pasa nada; sólo que me voy, que no tengo ganas ni ilusión ni proyectos ni razones por las que quedarme, por las que creer que aquí echaré raíces y encontraré estabilidad. Todo aquello se perdió, di todo y se que cuando haya pasado esa puerta, todo lo que hice no habrá servido de nada y que tan sólo seré un recuerdo de lo que pudo ser y nunca fue.

Seguramente dije que nunca tiraría la toalla, que lucharía siempre, pero tampoco imaginé nunca que perdería mi identidad, mi ser y mi razón. Porque sólo necesité en cada momento de dolor una palabra que explicara el devenir de lo que sucedía allí dentro, pero sólo encontré respuestas vacías, palabras que giraban las situaciones y, sin saber por qué, indiferencia. Ya no pude más. Por una vez, he tomado una decisión: Me voy.


16 de julio de 2012

Gigantes caídos

Zarpando del puerto, rumbo a un nuevo destino, librando una batalla que sabes que será dura, aunque no sabes lo que está por llegar. Las voces del puerto chasquean como cuchillas afiladas sobre el casco de tu acorazado, pero nada te asusta, pues tan eres el buque insignia de una flota que jamás se ha hundido. Has tenido grandes buques a tu servicio, grandes acorazados lleno de esperanzas y de fuerzas que han librado aquellas batallas en las que tú te parabas a reparar tu casco. Y siempre has sido así, has sido meticuloso con tu armadura, seguramente tu fuerte ha sido la perseverancia y la consistencia en tus ataques más que tus armas, en ocasiones bastante inofensivas.

Ha pasado mucho tiempo, tus gigantes, aquellos que han estado contigo en las aguas saben que en el momento en el que flaquees pasar por encima para salir al rescate. Y nadie ha conocido mejor estas aguas, has navegado toda la vida, salvando islas, icebergs, acantilados, cascadas... Pero algo en ti se movía diferente en aquella travesía. Sentiste una emboscada, algo con lo que no contaste. Sentiste que aquella vez no luchabas contra otra nave, sino que luchabas contra tu propia tripulación. Has sido tu peor enemigo, no reparaste en revisar lo que llevabas a bordo. Subiste a tu acorazado rumbo a un lugar donde nada importa más que tu propia felicidad, un lugar donde nada te preocupa, un refugio, un lugar de 7 estrellas, todo lo que a día de hoy has necesitado. Pero nada más lejos de la realidad, tu mismo has destruido tus gigantes, los has hundido ante la suma de conflictos que se debatían en tu interior. Seguramente el mar nunca te ayudó aquella noche, seguro que las lágrimas que volvían al mar de tus ojos sólo indicaban que estabas naufragando, que estabas empezando a sentirte de nuevo solo, ya no brillaban tus gigantes y tu destino se hacía día a día más lejos. Y aún así, no dudaste en tirar tu buque al fondo del mar, de nuevo a bordo de un buque en el fondo del mar, oscuro pero seguro. Allí donde todo es frío, tanto que ni el tiempo ni el espacio ni la distancia suceden. Has vuelto para luchar sin ser visto, para permanecer en las sombras, y quizás algún día resurgir.