Me voy. Me voy de este hogar y lo hago por la puerta más pequeña. Sin ruido ni dudas, las dejé atrás y me decidí a no mirar más que a mis pies firmes aunque temblorosos dando pasos sobre este nuevo sendero. Y es que lo único que me daba más esperanza en esta decisión era buscar la palabra NUEVO en todo lo que debería devenir. Se agotaron las palabras en aquel salón, el silencio reinaba en cada habitación, se agotó mi ilusión, mis ganas y mis esperanzas, pese a que tuve que reponerlas con aliento que ni de mi cuerpo podía salir, lo pedí prestado y aún así no quedaron motivos, no quedó un resquicio en el que brillará el sol y se viera algo allí dentro. Simplemente estábamos casi dos meses a oscuras.
Un juguete antiguo, una canción del verano de hace dos años, un hobby temporal durante un invierno en el colegio, una película que te dejó un gran recuerdo... me siento aquello que fue importante pero que se olvidó, y que de vez en cuando echan en la radio o en la televisión y te apetece volver a escucharlo o verlo. Todas las palabras que llegaron a estos oídos no eran más que suspiros del viento, ilusiones que crecían por la mañana, se desvanecían por la tarde y se convertían en pesadillas por la noche. Sentí caer mi mente en un estado de fatiga emocional, tal ha sido así que mi cuerpo se resiente por tal carga. Y necesito, si mas no, sobrevivir de nuevo.
Me voy, me voy pensando que todo lo que ha sucedido ha sido lo mejor y lo peor de este tiempo. Ha sido la razón por la que hubiera arriesgado mi alma, incluso vendido, pero a la vez ha sido la razón que me ha arrebatado la ilusión. Algunos se preguntan si me pasa algo, pero no pasa nada; sólo que me voy, que no tengo ganas ni ilusión ni proyectos ni razones por las que quedarme, por las que creer que aquí echaré raíces y encontraré estabilidad. Todo aquello se perdió, di todo y se que cuando haya pasado esa puerta, todo lo que hice no habrá servido de nada y que tan sólo seré un recuerdo de lo que pudo ser y nunca fue.
Seguramente dije que nunca tiraría la toalla, que lucharía siempre, pero tampoco imaginé nunca que perdería mi identidad, mi ser y mi razón. Porque sólo necesité en cada momento de dolor una palabra que explicara el devenir de lo que sucedía allí dentro, pero sólo encontré respuestas vacías, palabras que giraban las situaciones y, sin saber por qué, indiferencia. Ya no pude más. Por una vez, he tomado una decisión: Me voy.