Sabes que nunca has sido el mejor, siempre has pensado que has dominado lo que te has propuesto hasta el punto de tener sobre eso cierto control, pero nunca te consideraste el mejor, aunque pudieran hacerte a la idea. Piensas que tener los pies en el suelo es lo más coherente, quizás poco imaginativo para ti pensar en lo que tendrás a la vuelta de la esquina, o tan solo tratas de ahogar por un instante ese momento de lucidez y de felicidad espontánea que aparece cuando piensas en lo que está por llegar. Dicen que eres frío, que no muestras tu cara, no reflejas tras ese manto lo que realmente ilustra tu alma, que te escondes dicen.
Cierto es que quieres ser mejor persona, y que cada paso que das con templanza pasmosa en situaciones de caracter pasional, das a entender que te importa bien poco lo que pueda pasarte, y quien sabe si deben pensar que también lo que les ocurra a los demás. Actuas con cabeza, el corazón lo guardaste Dios sabe donde, quizas ni recuerdes tu mismo donde se encuentre, y de ahí tu poco saber decir y saber que hacer ante situaciones que requieren un poco de sentimentalismo. Sólo quieres ser mejor, avisas de tus intenciones con calma, sin enervarte, lo tomas con naturalidad, pues has decidido tomar la sinceridad como método de acción, pero no contabas con ello. No contabas con que la sinceridad crea barreras frías y llenas de escarcha, que a veces una mentira bien contada evita muchos dolores del corazón, así pudiste pensar hace un tiempo, cuando aún tu corazón sentía que aún no actuar correctamente, podrías tapar ese dolor para los que querías, y si bien es cierto que lo conseguías, no pensaste que solo crecería ese dolor si algún día descubriesen tal parche. Por eso lo encerraste, preferiste soportar tras ese escudo cada impacto del dolor que podía producir una verdad tras otra. Te hiciste de piedra amigo, pero el impacto más duro no es tan fácil de soportar, y a veces te resientes. Te preguntas si estás mejorando, si eres más bueno, las cosas aún te pueden doler, nada es infinito ni eterno has pensado.
Y alguna bala te alcanza, te duele, te sientes malo, sucio, avergonzado y piensas en qué has hecho mal. La sinceridad avisa, y quien avisa no es traidor piensas, pero nada de ello tiene lógica, quieres ponerle números a todo y pensar que son ciencias exactas, y te vuelves a equivocar, y eso te lleva a pensar que de nuevo no avanzas, que no vas al cielo, que te hundes y cada vez sientes el calor del fuego más cerca.
Quieres ser mejor, quieres mantener tus ángeles a salvo aunque ello pudiera significar tu autodestrucción, sólo quieres ser mejor...
y piensas... Se fuerte, se fuerte.