19 de octubre de 2012

Sin palabras

Sin palabras me miraste
Intentándome decir que tenías ganas de vivir,
que me reconociste, 
y tan sólo salió un suspiro de tu boca
cuando cogiste mi mano con fuerza desde la camilla.

Sin palabras el tiempo nos erosionó
y poco a poco la distancia se hizo fuerte entre los dos.
No mediamos ni una palabra más.
Simplemente caminaste desviándote hacia el norte
mientras yo debí hacerlo hacia el sur.

Sin palabras vinistes a decirme con caricias
que la vida es efímera,
que es un camino
y que es largo y lleno de obstáculos, 
pero que de todo se aprende.

Sin palabras me dejó el alma
cuando para mí llegó siempre a lo más alto,
un abuelo hecho padre, 
un amor solidificado,
un recuerdo inolvidable.

Sin palabras me quedé
sentado frente al televisor
pensando si la vida se mide por nuestros actos
si tenemos un precio por ellos
¿Cuál sería mi precio? Me pregunté sin mediar palabra


A veces el sentimiento queda corto ante las palabras
y por ello, tal vez,
no hagan falta palabras, 
porque nunca necesitamos palabras para sentirnos unidos
porque tú me lo dijiste: "Nunca estarás solo"

(Texto de Julio de 2009)

10 de septiembre de 2012

Una puerta entreabierta

Han ido estancándose todos los caminos por los que la vida le han llevado, ha ido abriendo puertas y al siguiente paso cerrándolas. Jamás abrió nuevas puertas sin cerrar las anteriores, no quiso dar la oportunidad que nada de su pasado pudiera colarse en su presente, ni mucho menos en su futuro. Por eso, cada etapa, cada capítulo de su libro, a cada sala a la que pasaba, cerraba la puerta que le había dado paso, y si consideraba que no podía bajo ningún concepto colarse nada de la anterior sala, la cerraba con llave y si hacía falta con cerrojo y candado.

Cada sala estaba envuelta de ilusión, de aventura y riesgo, de esperanza, de valor, y de un toque de misterio. Y con esa ilusión, ese espíritu aventurero, esa esperanza, ese valor y ese misterio afrontaba el mismo día que cerraba una puerta aquella nueva experiencia y estancia en la nueva sala. Pero el tiempo lo cambió todo, se mantuvo en una sala durante mucho tiempo, algo lo ató a ella, y pese a conseguir abrir una puerta y pasar a la otra sala, no conseguía cerrar aquella puerta. Las cadenas que lo ataban llegaban a pasar de sala, pero no permitían que la puerta se pudiera cerrar. Tenía convicción, sabía que tenía que pasar a la siguiente sala pero no podía; la ilusión se desvanecía, la aventura lo asustaba, la esperanza permanecía en la otra sala, el valor se estremecía con el pesar de las cadenas y el misterio le impedía dejar de mirar a la sala anterior.

Aquella sala anterior ya no tenía ilusión ni nada, se encargaron de pintarla de otros colores; de rojo traición, de negro ausencia, de blanco rendición, de gris decepción, de verde desconfianza, entre otros colores que ya no quería ver. Intentó pintar encima pero a cada centímetro que lograba cubrir, había un metro que se encargaban por si solos los actos de recubrir. Recuerda que un día le dijo a una buena amiga que dejar puertas entreabiertas solo puede hacer mas que sufrir que te pilles los dedos, pero daba por hecho que sino la cerraba es porque como dicen las madres; "La esperanza es lo último que se pierde". Y el tenía esperanza de ser reconocido, de ser valorado, de sentir razones por las que volver a confiar, de que las palabras y actos caminen de una mano, para que, de este modo, poder volver a aquella sala, cerrar la puerta y quitarse las cadenas y poder ser libre y decidir si realmente vale la pena permanecer en aquella sala, darle un toque de rojo pasión, de blanco sinceridad, de azul calma, de naranja vitalidad, de amarillo suerte, de añil claridad, de verde esperanza... Y creer, por lo menos, que existen 7 razones por las que su vida puede ser mejor dentro de esa habitación.

21 de agosto de 2012

Una jaula vacía

Sin duda se sucedía día a día un verano al más puro estilo pesadilla en elm street, los sueños se hacían pesadillas, y las pesadillas realidades. Los temores se solidificaban y se asentaban en lo más profundo de su cabeza, haciéndole pasar de cero a cien en un segundo. Vio transformada su propia realidad, la manera de concebir aquello que le rodeaba, incluso distorsionó su propia imagen creándola en una sombra susurrante y de poca consistencia.

Aquel buzón de enfrente de su casa se llenaba de más y más obstáculos, pero ya nada le daba la fuerza para salir y abrir una por una cada correspondencia que se acumulaba en su interior. Sucedió entonces cuando poco a poco se fueron destapando los problemas, cuando parecía que no había más espacio para caer, siempre tropezaba con el siguiente escalón para poner de nuevo el pecho sobre el polvo del suelo. Intentó huir, pero no lo logró; primero por orgullo, segundo, por amor y tercero, porque jamás tuvo más vías de escape. Así que se quedó, más vivo que muerto en lo físico pero más muerto que vivo en lo psíquico, no daba más de sí. Quiso ser otro, aquel que conseguía ser duro como una piedra y frío como el hielo, pero ya no sabía aparentar, se definió como alguien roto por dentro, como un boxeador que baja la guardia porque esta agotado, sufrió un noqueo tras otro y al final ni se defendió.

Hoy, suenan como campanas de alarma, como un chivato de un coche que dice que las cosas no están bien, como un silbato de un tren que se marcha, como un electrocardiograma de un alma que se escapa. Han sucedido muchas cosas, los cambios han sido buenos cuando se han presentado en pequeñas dosis, pero se ha visto sobrepasado por sus ideas y las de los demás. Ha luchado contra su casa, contra sus aficiones, contra sus gigantes, contra la razón que mejor y peor le ha hecho sentir, contra sus proyectos... Y no sólo eso, sino que ha luchado por lo que los demás han luchado, porque así lo hizo siempre y así decidió hacerlo. Sin duda, si no acababa el verano, el verano acabaría con él. Alguien le dijo que sobreviviría, que sería el más fuerte del lugar, y que para ello debía aguantar desde el odio hasta que pudiera aguantar desde el olvido y quizás devolver amor, pero pese a ello, lo único que sintió en el corazón fue que era una jaula vacía.








"No estás sólo pequeño, yo siempre estaré contigo, ayer, hoy y eternamente"


29 de julio de 2012

Me voy

Me voy. Me voy de este hogar y lo hago por la puerta más pequeña. Sin ruido ni dudas, las dejé atrás y me decidí a no mirar más que a mis pies firmes aunque temblorosos dando pasos sobre este nuevo sendero. Y es que lo único que me daba más esperanza en esta decisión era buscar la palabra NUEVO en todo lo que debería devenir. Se agotaron las palabras en aquel salón, el silencio reinaba en cada habitación, se agotó mi ilusión, mis ganas y mis esperanzas, pese a que tuve que reponerlas con aliento que ni de mi cuerpo podía salir, lo pedí prestado y aún así no quedaron motivos, no quedó un resquicio en el que brillará el sol y se viera algo allí dentro. Simplemente estábamos casi dos meses a oscuras.

Un juguete antiguo, una canción del verano de hace dos años, un hobby temporal durante un invierno en el colegio, una película que te dejó un gran recuerdo... me siento aquello que fue importante pero que se olvidó, y que de vez en cuando echan en la radio o en la televisión y te apetece volver a escucharlo o verlo. Todas las palabras que llegaron a estos oídos no eran más que suspiros del viento, ilusiones que crecían por la mañana, se desvanecían por la tarde y se convertían en pesadillas por la noche. Sentí caer mi mente en un estado de fatiga emocional, tal ha sido así que mi cuerpo se resiente por tal carga. Y necesito, si mas no, sobrevivir de nuevo.

Me voy, me voy pensando que todo lo que ha sucedido ha sido lo mejor y lo peor de este tiempo. Ha sido la razón por la que hubiera arriesgado mi alma, incluso vendido, pero a la vez ha sido la razón que me ha arrebatado la ilusión. Algunos se preguntan si me pasa algo, pero no pasa nada; sólo que me voy, que no tengo ganas ni ilusión ni proyectos ni razones por las que quedarme, por las que creer que aquí echaré raíces y encontraré estabilidad. Todo aquello se perdió, di todo y se que cuando haya pasado esa puerta, todo lo que hice no habrá servido de nada y que tan sólo seré un recuerdo de lo que pudo ser y nunca fue.

Seguramente dije que nunca tiraría la toalla, que lucharía siempre, pero tampoco imaginé nunca que perdería mi identidad, mi ser y mi razón. Porque sólo necesité en cada momento de dolor una palabra que explicara el devenir de lo que sucedía allí dentro, pero sólo encontré respuestas vacías, palabras que giraban las situaciones y, sin saber por qué, indiferencia. Ya no pude más. Por una vez, he tomado una decisión: Me voy.


16 de julio de 2012

Gigantes caídos

Zarpando del puerto, rumbo a un nuevo destino, librando una batalla que sabes que será dura, aunque no sabes lo que está por llegar. Las voces del puerto chasquean como cuchillas afiladas sobre el casco de tu acorazado, pero nada te asusta, pues tan eres el buque insignia de una flota que jamás se ha hundido. Has tenido grandes buques a tu servicio, grandes acorazados lleno de esperanzas y de fuerzas que han librado aquellas batallas en las que tú te parabas a reparar tu casco. Y siempre has sido así, has sido meticuloso con tu armadura, seguramente tu fuerte ha sido la perseverancia y la consistencia en tus ataques más que tus armas, en ocasiones bastante inofensivas.

Ha pasado mucho tiempo, tus gigantes, aquellos que han estado contigo en las aguas saben que en el momento en el que flaquees pasar por encima para salir al rescate. Y nadie ha conocido mejor estas aguas, has navegado toda la vida, salvando islas, icebergs, acantilados, cascadas... Pero algo en ti se movía diferente en aquella travesía. Sentiste una emboscada, algo con lo que no contaste. Sentiste que aquella vez no luchabas contra otra nave, sino que luchabas contra tu propia tripulación. Has sido tu peor enemigo, no reparaste en revisar lo que llevabas a bordo. Subiste a tu acorazado rumbo a un lugar donde nada importa más que tu propia felicidad, un lugar donde nada te preocupa, un refugio, un lugar de 7 estrellas, todo lo que a día de hoy has necesitado. Pero nada más lejos de la realidad, tu mismo has destruido tus gigantes, los has hundido ante la suma de conflictos que se debatían en tu interior. Seguramente el mar nunca te ayudó aquella noche, seguro que las lágrimas que volvían al mar de tus ojos sólo indicaban que estabas naufragando, que estabas empezando a sentirte de nuevo solo, ya no brillaban tus gigantes y tu destino se hacía día a día más lejos. Y aún así, no dudaste en tirar tu buque al fondo del mar, de nuevo a bordo de un buque en el fondo del mar, oscuro pero seguro. Allí donde todo es frío, tanto que ni el tiempo ni el espacio ni la distancia suceden. Has vuelto para luchar sin ser visto, para permanecer en las sombras, y quizás algún día resurgir.

19 de abril de 2012

Bipolaridades estables

He pensado siempre que todos tenemos nuestros puntos de bipolaridad, aquellos en los que decidimos algo y al medio segundo pensamos lo contrario, o tan sólo lo escogemos como un simple capricho que al poco se esfuma. Me siento bipolar. Es una sensación de caos, un caos que a su vez equilibra mi mente. Consigo racionar con lógica cada elemento que aparece en mi vida, sin saturar unos ni olvidar otros... Mi madre me decía de pequeño que de tanto usar su nombre lo gastaría, y algo así creo que pasaba con mi vida.

Miro atrás, estos últimos años en los que mis sentimientos han sido más planos que el pulso de un cadáver, he vivido entre sombras, ocultando todo lo que me ha podido generar sentimientos para no sentirme débil ante nadie, y aunque pueda parecer frío siempre ha sido un instinto de supervivencia, un seguro a la hora de dar pasos y pasos, de recorrer kilómetros sin caer al suelo. Pero hace poco hubo un "clic" en mi vida, un deseo repentino de salir a la luz y mostrar lo que seguramente no hubiera mostrado por precaución. Por entonces nunca me sentí débil ni herido, me sentía confiado, con ánimo de afrontar aquel reto... mi cabeza decía: "Estás loco" mientras mi corazón decía: "Bienvenido a la vida". Así fue, me predispuse a sentir si debía sentir; a odiar y a amar, a reír y a llorar, a creer y a desconfiar... a tener fe en las personas y a tener fe en mí.

Pasó el tiempo, y las palabras amistad se hacían grandes y eternas con el acontecer de los días, la lealtad venía a visitarnos cada tarde, y la confianza cada vez acostumbraba a venirse con nosotros con más frecuencia. Sin embargo, el amor seguía sin dar señales de vida, sabía que en su día lo tuve que expulsar de mi casa sin razones aparentes, y que seguramente aquello le acarreó un gran lastre como para volver. "Si deseas algo con mucha fuerza, déjalo en libertad. Si vuelve a tí, será tuyo para siempre. Si no regresa, no te pertenecía desde el principio" pude escuchar un día de los labios de Demi Moore en una proposición indecente, y quizás, sólo quizás aquello es lo que le negaba al amor volver. Pensé que alguien me lo debería traer

Y pude volver a querer, seguramente no de la misma manera, pero en cuanto pude tener un ápice de amor lo hice exponencial. Saturé mi cabeza de corazones y de páginas dulces y cariñosas; impensable para alguien que había ocultado su propio yo bajo tierra. Cada paso que daba hacia aquello que quería más me alejaba. Se convirtió todo mi mundo en una obsesión, algo que giraba entorno a un sentimiento, a una idea; la de ser feliz y compartirlo con alguien. Y cuanto más convencido me sentí de ello, algo volvió a darle un leve giro, algo que me hizo ver que todo tiene un tiempo, que el cien por cien en una idea no era eficaz y que no sanaba mi vida, que no me hizo bien. Me creo una bipolaridad, aquella bipolaridad que permitió ver mi mundo desde lejos, de entender que para todo existe su momento, que cada mundo gira en una órbita y que hay momentos en los que nos toca cruzarnos con la órbita de otros y en otro momento con la de otros más. Creo que esa bipolaridad me ha dejado sentir sin obsesión, querer lo que tengo sin dañarme y sin dañar al resto. Esa bipolaridad me ha dado estabilidad para sentir y quien sabe si me deja ser feliz y compartir mi mundo aún por mucho tiempo.

3 de febrero de 2012

Fríos sueños

Despertó de un sueño. Bañado en un sudor frío se escondía bajo la manta, recordando de nuevo lo que acababa de vivir en otra dimensión, aquella que Morfeo nos brinda cada noche, y cada día para algunos más perezosos. Ese típico viaje que nos hace confundir lo real de lo ficticio, lo anhelado, lo deseado y a la vez lo más temido y odiado. Siempre supo que sus sueños le brindaban la oportunidad de conocer cosas de su mente que, fuera como fuera, no podía alcanzar en esta vida racional y consciente.

Se le aparecieron fantasmas, y cuando digo fantasmas no me refiero a aquellos que se ocultan bajo sábanas blancas, ni tan siquiera a espíritus malvados ni aterradores a los que las películas de miedo nos tienen acostumbrados, sino a seres que pasaron a "mejor vida", personas que un día quiso y que ya no están en su camino, tan sólo el recuerdo y el deseo de mantenerlos vivos en su mente, en su corazón. Vio 100103 estrellas, concibió que una de esas brillaba con más fuerza, aquella que lo veía todo, de la que se sentía orgulloso y de la que jamás quiso separarse. Y entonces fue cuando le inundó el deseo de sentir el calor de aquel abrazo familiar, aquel cariño de un abuelo, aquel apoyo incondicional aunque las cosas fueran mal, porque día a día sintió que el peor fracaso fue la rendición y así se lo hizo saber. Sintió un deseo infinito de nostalgia, de pena y de rabia contenida a la vez por la crueldad de la vida al separarlo de su camino, del porqué tuvo que llevárselo cuando las personas buenas jamás deberían marcharse. Eso pensaba como motivo para odiar aquello que lo arrebató de su vida. Y pese a ello, se dio cuenta que aquello que tanto echaba en falta seguía con él, pese a que jamás lo consolara definitivamente. Al despertar, recordó ese vacío que sentía su... cuerpo... o su mente... o su corazón... o su alma... No creo que pueda llegar a entender bien de donde nacía tal vacío, lo único que sabía es que aquel sentimiento corría por cada gota de sangre de su cuerpo.

Al levantarse de la cama, después de conseguir ganarle la partida a la manta, que lo atraía y lo enredaba con gran fuerza, notó el frío del suelo, el frío de la vida. Aquel frío que le hizo volver a la razón y a la conciencia, al no saber que era del todo cierto y que del todo falso, pero supo que aquel sueño, fuera como fuera, le dejo esa cicatriz vacía. Aquel no entender el por qué de aquello. Recordó aquel amigo, aquel del que nunca se pudo despedir porque era inconcebible entender que se pudiera marchar tan pronto. Valoró la fugacidad del tiempo, el corto devenir de nuestros caminos, de las sorpresas con las que nos brindan las situaciones en el tiempo. Concluyó en que la vida es fugaz, que cada día que pasa, cada minuto que se escapa en el tiempo son oportunidades de brindarnos una vida mejor, por mucho más corta o larga que sea, porque quizás si entiende la felicidad como acto último en la vida, acto perfecto e infinito que da sentido al devenir de sus días pueda entender que aquella estrella brille más, que esté orgullosa de él y que entienda que debe luchar por sus sueños, sueños que aquella noche le sirvieron de lección.

Por eso, cogió el móvil y empezó a escribir: 

"Te garantizo que habrá épocas difíciles y te garantizo que en algún momento uno de los dos, o incluso los dos querremos dejarlo todo, pero también te garantizo que si no te pido que seas mía me arrepentiré durante el resto de mi vida porque sé, en lo más profundo de mi ser, que estás hecha para mí." 

Acabó de escribir y leyó de nuevo el texto, marcó 7 de los nueve dígitos que componían el teléfono de su destino... Quería tener ilusión, quería ser feliz.

1 de febrero de 2012

Sin condiciones ni excusas

Vistió de tragedia un día gris, bajo a media hasta todas las banderas de su ciudad; estaban de luto. El gobernante, aquel que tomaba todas las decisiones racionalmente se asomaba a su balcón con las manos bañadas en sangre mientras el pueblo andaba cabizbajo ante su mirada poderosa y autoritaria. Al otro lado, el palacio del rey, aquel que tomaba las decisiones por instinto y pasión, a los pies de la gran puerta del palacio descansaban una multitud de velas y flores en memoria del monarca. 

En una ciudad gobernada a consenso por un gobernante y un rey, era sabido por todos que el éstos jamás fueron de la mano ni remaron en la misma dirección. El gobernante era muy calculador, lo pensaba todo. Se definía como un estratega, un jugador que por conseguir lo que quisiera pensaba en la reacción de los demás para finalmente conquistarlos y llevarlos hacia él. El rey, por contra, era un ser que se dejaba llevar, actuaba por instinto y por lo que le decían sus sentimientos. Era bondadoso y preocupado por los demás. Pero pese a tener mucho que perder el rey, había una cosa por la que el gobernante jamás pudo competir con el rey; sus convicciones. El gobernante era un ser con miedo, miedo a que se revolucionara el pueblo o a que sus actos no salieran tal y como esperaba, el rey, sin embargo, actuaba de acuerdo a esos principios que la experiencia y su vida le habían dado, y que sin querer ni siquiera llegar a entenderlo, atraía a los ciudadanos del pueblo y por ello, siempre le seguían a él. 

Pero el último conflicto lo arruinó todo, se reunieron con urgencia para tratar un tema; un tema que le incumbía a ambos, un tema de vital importancia para el reino y que ambos llevaron a lo personal. Se trataba de la conquista a una tierra rica en esperanza, alegrías, ilusiones y oportunidades. Todo aquello que cualquier ciudadano deseaba. Pero entonces aparecieron las primeras discusiones; el gobernante era partidario de ir poco a poco convenciendo a los gobernantes de aquel reino para poder conquistarlos; el rey, sin embargo, era partidario de entregar todos sus recursos sin ningún tipo de duda para unir los reinos y hacer uno nuevo. Pero empezó una guerra dentro de aquel cuarto, el gobernante, lleno de miedo ante lo que para el era un acto de locura, pues si entregaba todos sus recursos, se quedarían sin nada y serían vulnerables a ese reino, decidió asestar dos puñaladas al rey, que quedó malherido en el suelo.

Acto seguido, el gobernante viajó al reino e inició un período de conversación en los que no dejaba claro sus intenciones, pues como bien era sabido, el gobernante era un tipo cobarde y con poca valentía. Hecho que incomodó a los gobernantes del reino extranjero, y ante tanto dar pasos adelante y atrás, decidieron dar tregua a ese periodo de negociación. El gobernante volvió al reino y subió a la habitación aquella donde permanecía el rey, malherido y con una nota al lado de su cuerpo:

Querido gobernante,

Es bien sabido que no habrá podido conquistar dicho reino, pues quien sufre miedo, esconde sus verdaderas intenciones. Sus actos han demostrado ser un auténtico estúpido pero yo siempre creí en usted. Siempre creí en que conseguiría entender que la vida no es un juego de matemáticas ni de lógica, sino un transcurrir de sucesos en los que cada acto debe contener la esencia de uno mismo; con sus riesgos, con sus ventajas, con sus ideas más profundas... actos en los que demuestre que día a día usted hace todo aquello que quiere hacer por quien lo quiera hacer sin pensar en lo que pueda perder ni ganar, sino con el espíritu de saber que cada cosa que hizo en esta vida, la hizo porque usted así lo sintió y porque dejo detrás de cada acto una huella que tan sólo puede dejar usted porque es propia, única y auténtica. Yo le cedo mi vida y le dejo mi reino, mi vida fue tan odiosa como la suya pero comprendí con el tiempo que aquello sólo me alejaba de los que amaba. Vuelva al reino y actúe con convicción, sin miedo, dígales que quiere unirse a ellos y que no pondrás condiciones ni recursos porque tus actos son puros y sinceros. Actúe con el corazón. Luche sin condiciones ni excusas.

El rey

30 de enero de 2012

Revolution

Todo hombre anhela la felicidad, pues es aquello que como fin último y perfecto concluye todos los actos del ser humano; y deberías ser feliz, pero no lo eres.

Cuando miras hacia atrás todos tus recuerdos se envuelven de momentos mágicos y momentos trágicos, todos ellos ocasionados a tu falta de actitud y sensibilidad. Siempre has reconocido ser un sarcófago que guarda todo aquello que de modo maquiavélico trama a escondidas, pero aún así diste con la tecla para conseguir todo aquello que quisiste, de tal modo que conseguiste atarlo a tu cintura con tanta maestría que ni siquiera te hacía falta mirar si estaba o no bien sujeto, pues aquéllo que atabas te lo hacía saber. Ahora das por hecho que tal camino fue inmaduro, y cuando soportaste un gran golpe contra el suelo, la cicatriz que dejó en tu pecho te hizo reconocer que ese no era el camino. Emprendiste un largo y nuevo camino, uno donde aquellos ideales en los que moverse a escondidas, donde no pudieran reconocer tus pensamientos no existieran. Tu canción favorita cantaba: "Mientras mi alma cura las penas, yo creceré a través de este dolor. Señor, yo estoy haciendo todo lo que puedo para ser un hombre mejor". Y decidiste ponerte al servicio de tus sentimientos, creíste que aquello te reportaría de nuevo una felicidad a la que siempre reconociste que no alcanzaste, que alguien te amaría de verdad, que no estarías solo. 

Y has llegado al día de hoy, donde todas tus convicciones se hacen fuertes a la vez que se tambalean sobre un andamio algo desequilibrado. Deberías ser feliz, tienes cinco razones para serlo y una de ellas debería ser la que más te robe los sueños, pues te has sentido débil de nuevo. Y cuanto más bueno has sido, peor te ha ido, peor se te ha dado conseguir aquello que querías. Y miras atrás, de nuevo; ves que antes lo hubieras conseguido, que subías al cielo para secuestrar un ángel y arrastrarlo hasta tu infierno, sin piedad, sin remordimientos. Aún así te mantienes intacto, de pie, soportando uno a uno cada éxito fallido, pues cada vez que has dado un paso adelante y firme, has debido retroceder por miedo, y no solo a tu miedo, sino al del resto. Porque ya no sólo sufres por ti sino que pretendes sufrir lo que el resto sufre como estandarte a tu nuevo ideal; "BETTER MAN", el bueno, el sensato... Y mientras todos te dan palmadas en la espalda y te dicen lo mucho que vales, tu cuerpo desea estallar en un estado de entropía, donde se mezclan los mil sentimientos que por hacer fácil todo has encerrado en tu vida, ya no por ti sino por ellos. 

Sientes que tan sólo eres una estación de paso, una de éstas que se ponen cuando hay obras. Y lo crees con toda convicción, pese a que tu papel te diga que no debes hacerlo saber. Crees que todo terminará porque tomaste un camino que poco a poco se va alejando el uno del otro, y pese a no querer que llegue su fin, tienes asumido que un día llegará porque jamás tuviste el poder de introducir ideas en las mentes. Tan sólo te aferras a ese tronco al que se agarra un superviviente para seguir respirando pese a que sepa que las probabilidades de sobrevivir sean escasas. No quieres que sea el fin, sin embargo, necesitas tomar una salida para destensar todos los procesos de tu mente, pues necesitas fuerzas para seguir.

4 de enero de 2012

República de la razón

Habrán pasado tres meses desde que sintió el calor de la vida de nuevo, también el frío, como era de esperar, pero el transcurso de los hechos lo ha hecho volver a ir bajo las sombras de los árboles mientras camina por la calle, esa inseguridad que sanaba con la seguridad de la oscuridad. Nunca la echo tanto de menos, tanto es así que cubría su piel del sol y sus ojos de sus rayos. Nunca negó que no tuviera miedo de volver a estar vivo, pasó mucho miedo. Entender que de nuevo su cabeza se sometería al descontrol del corazón, a esos malditos bastardos sentimientos que inhibían y marcaban al milímetro cada razón de su mente, pero lo afrontó con valor y sobretodo con ilusión. Una ilusión que poco a poco se fue evaporando y con ellos todos los sentimientos de buen augurio, dando paso a todos aquellos que destruyen al hombre débil; el odio, la pena, la tristeza, la decepción, la indiferencia... 

Las últimas voces en su mente rumoreaban que la mente de nuevo había capturado al corazón, que dentro de sí hubo un golpe de estado forzado por él mismo. Un golpe de estado que sin duda lo dejó exhausto, ya que su cabeza sabía que sus sentimientos eran pasionales y ambiciosos, y esos son resistentes y difíciles de destruir. Seguramente la mente se dio cuenta de que el volver a la vida no había hecho más que provocarle dolor. Cuanto más vivo se sentía, más intenso era el dolor. Por lo que su mente decidió, de acuerdo con él mismo, atentar contra su ilusión y su vida, y de este modo volver a las sombras, a la vida desde abajo, a la muerte pasional y a un infierno racional, donde no existen más que grises y donde el dolor tan solo es una palabra que, como la hache, no suena.

Su mente entendió que ya no tenía un porqué sólido y que, por ello, no podría soportar el hecho de afrontar los cómos que ese porqué conllevaba. Tal fue la mina en sí mismo, que incluso la razón quedó enloquecida, de tal modo, que jamás pudo obrar por cuenta propia sin salir malherida cada vez que intentaba lograr entender el qué falló, el que mal obró, el porqué a cada hecho que hirió su alma y que lo llevaban al camino del sufrimiento. Por ello, su corazón fue encarcelado junto a todos aquellos sentimientos que inundaron y obstruyeron a la razón, aquellos que fueron demasiado persistentes fueron ejecutados pese al dolor que provocaba en su alma cada pérdida. Así que finalmente, su mente restauró de nuevo la república de la razón.







"Todo lo que precede al pero son lágrimas que van a parar al mar"