Habrán pasado tres meses desde que sintió el calor de la vida de nuevo, también el frío, como era de esperar, pero el transcurso de los hechos lo ha hecho volver a ir bajo las sombras de los árboles mientras camina por la calle, esa inseguridad que sanaba con la seguridad de la oscuridad. Nunca la echo tanto de menos, tanto es así que cubría su piel del sol y sus ojos de sus rayos. Nunca negó que no tuviera miedo de volver a estar vivo, pasó mucho miedo. Entender que de nuevo su cabeza se sometería al descontrol del corazón, a esos malditos bastardos sentimientos que inhibían y marcaban al milímetro cada razón de su mente, pero lo afrontó con valor y sobretodo con ilusión. Una ilusión que poco a poco se fue evaporando y con ellos todos los sentimientos de buen augurio, dando paso a todos aquellos que destruyen al hombre débil; el odio, la pena, la tristeza, la decepción, la indiferencia...
Las últimas voces en su mente rumoreaban que la mente de nuevo había capturado al corazón, que dentro de sí hubo un golpe de estado forzado por él mismo. Un golpe de estado que sin duda lo dejó exhausto, ya que su cabeza sabía que sus sentimientos eran pasionales y ambiciosos, y esos son resistentes y difíciles de destruir. Seguramente la mente se dio cuenta de que el volver a la vida no había hecho más que provocarle dolor. Cuanto más vivo se sentía, más intenso era el dolor. Por lo que su mente decidió, de acuerdo con él mismo, atentar contra su ilusión y su vida, y de este modo volver a las sombras, a la vida desde abajo, a la muerte pasional y a un infierno racional, donde no existen más que grises y donde el dolor tan solo es una palabra que, como la hache, no suena.
Su mente entendió que ya no tenía un porqué sólido y que, por ello, no podría soportar el hecho de afrontar los cómos que ese porqué conllevaba. Tal fue la mina en sí mismo, que incluso la razón quedó enloquecida, de tal modo, que jamás pudo obrar por cuenta propia sin salir malherida cada vez que intentaba lograr entender el qué falló, el que mal obró, el porqué a cada hecho que hirió su alma y que lo llevaban al camino del sufrimiento. Por ello, su corazón fue encarcelado junto a todos aquellos sentimientos que inundaron y obstruyeron a la razón, aquellos que fueron demasiado persistentes fueron ejecutados pese al dolor que provocaba en su alma cada pérdida. Así que finalmente, su mente restauró de nuevo la república de la razón.
"Todo lo que precede al pero son lágrimas que van a parar al mar"
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