Llevo meses despertándome por la noche, no consigo conciliar el sueño. Aparte de mi lado el despertador al que tanto odiaba y me quedé mirando las rayas de luz que atravesaban mi persiana, apenas distinguía lo real de las sombras... ¡Qué ironía! Parecía que la luna me estaba jugando una mala pasada, que quería hacerme recapacitar por cómo era mi vida. Y lo peor de todo es que acertó...
Siempre me han gustado las ilusiones, pero sólo aquellas que se veían en trucos de imágenes y demás historias ópticas. Y al fin y al cabo me encontraba en una espiral de ilusiones en las que ya no sabía distinguir qué era real y que era una sombra. Y tampoco debía ser difícil para mí descubrirlo, ya que durante mucho tiempo me entretuve maquinando mil historias detrás de las sombras para conseguir todo aquello que quise. No obstante, algo había cambiado, todo parecía ir mejor de lo que podía esperar y sin duda todo era real, por lo menos esas personas. Aun así, siempre tuve el don de descubrir esas sombras y misterios, que posteriormente uno conoce de los demás, antes de conocerlos de sus propias bocas. Como ya dije, me acostumbre a ver muchas sombras y a jugar con ellas y por ello siempre pude adelantarme.
Y hasta aquí todo es perfecto, mi realidad era perfecta. Como bien se dice, después de muchas tormentas me llegó la calma... ¡y qué calma! Sólo existía un pequeño miedo en mi interior, y era que como si de la luna se tratase, no conseguía ver las sombras de otras personas, concretamente de alguien que parecía tener a su alrededor un halo distinto al resto. Y eso me hizo dudar, no conocía de antemano que forma tenían sus sombras ni tan siquiera si eran más oscuras o más claras, si desdibujaban siluetas sencillas o complicadas... ya no sólo tuve miedo de por qué aquella persona... si no de por qué no podía hacer lo que se me daba tan bien. Si había cambiado algo en mí o si por el contrario había algo distinto en esa luna que impedía que pudiera leer sus ojos.
Nunca había fallado, de hecho siempre me sentía seguro yendo un paso por delante, me hacía ser más fuerte, más duro, menos frágil... menos débil. Y ahora estaba allí en mi cuarto, observando como un pasmarote unas líneas de luz tras la persiana, preguntándome por qué no paraba de pensar en la luna y en sus sombras, en por qué cada noche visitaba mi cama y se infiltraba en mis sueños...
De momento sólo me quedaba esperar, esperar una vida llena de sueños.
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