"No lograba entender si mis sentidos me engañaban, o si mi mente no conseguía asimilar tal ilógica respuesta..."

Tanto es así, que se me olvidó querer de tanto haber querido, se me olvidó llorar de tanto haber llorado, se me olvidó envidiar de tanto haber envidiado, y mi mundo parecía una fotografía en blanco y negro; algo que no acababa de quedar bien, una especie de quiero y no puedo o sencillamente un cuadro en los que los trazos estaban borrosos. Y entonces se me olvidó vivir para los demás, pues nada tenía más cabida en mi pecho que mis pulmones y un corazón que latía por monotonía, seguramente se me olvidó cómo era sentir ese hormigueo en la barriga cuando viera pasar a esa persona, seguramente no sentiría amor si no supiera volver a reconocerlo.
Tras la explosión de eslabones surgió poco a poco sombras que fueron siendo dibujos a colores; algunos con tonos blancos, que me darían paz; otros que con tonos rojos, que me aportarían pasión; algunos otros se distinguían por sus tez verdosa, dadores de esperanza; esos otros que desteñían el lienzo con colores amarillos y anaranjados; importando a este cuadro alegría y vitalidad; y por último aquellos de tono azul, que me llevarían a un mar de tranquilidad y serenidad. Y pese a que mi mundo parece estallar en colores, sabía que mi mente no encajaría, pese a todo, llegar a entender sensaciones que para entonces estaban marchitas, pero al salir el sol, al brillar la luna y al oír el mar en sinfonía con la brisa de la costa, pareció que de nuevo corría sangre en mi interior, que mi cuerpo comenzaba a sentir el calor, y la escarcha de mi piel comenzaba a desvanecerse, comenzaba a sentir hambre, a tener sed, a tiritar si hacía frío y a sudar si hacía calor. Jamás llegué a saber cómo pero de nuevo nació en mí recuerdos sobre qué era querer, qué era llorar, qué era envidiar... Es posible que jamás logre entender si mis sentidos me engañan, o que mi mente no consiga asimilar tal ilógica respuesta, pero para mí todo está perfecto.