Ha llovido tanto desde entonces... recuerdo cuando por entonces adoraba la lluvia, cuando mojarse mientras caminabas era un juego y que, lo que para tantos era desagradable, para mí era una señal de que seguía vivo. Ha llovido tanto...
He recordado palabras que algún día mi mente escupió en tantas hojas que guardo desordenadas por diferentes cajones; arrugadas, rotas, perdidas... como un puñado de ideas que ahora me vienen a la cabeza y que no logro clasificar. De nuevo recuerdo esa frase típica que te suelta tu madre o tu abuela cuando te decía: "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy"... Doy por hecho que tanta información, tantos hechos y tantos pensamientos han intentado entrar en mi mente y ésta, a modo de embudo, las ha intentado introducir una a una... pero todos sabemos que si vamos echando agua a un embudo ininterrumpidamente, sin dejar que éste vaya pasando agua, al final rebosa y se cae. Y así me siento; rebosado, rebosado de información y de pensamientos, de hechos que se amontonan en mi mente y no encajan a buen recaudo en mi interior, sino que andan divagando por aquí arriba sin destino, sin solución, sin remedio... y allí perecen inmortales, esperando a atacar cuando la más mínima duda llama a la puerta de mi razón. Entonces se hace fuerte, se aferra a tal duda para generar una infección de sentimientos que no hacen más que deshacer la línea que separa mi paciencia de una locura interminable.
Me he acostumbrado a vivir apartado de mis pensamientos intentando rechazar cualquier decisión que remita a un debate intelectual entre mi mente y mi deseo, pero pese a ello no consigo lograr tal causa. Todos me recuerdan que: "Estas cosas llegan solas, no se pueden controlar... uno no decide cuando va a llegar... llega y punto". Y yo les aplaudo, porque corroboro que llegará, pero un debate entre razón y pasión es un arma de doble filo; puede ser la solución o puede ser la sentencia.
Y hace poco viví tal debate. Alguien introdujo una idea en lo más profundo de mi razón, tan adentro que mi corazón hizo conciencia de ello, y como siempre; ambos empezaron a discutir. Siempre me he considerado una persona que ha sabido entender ambas partes, pero aún así, y aunque muchos digan que no tienen favoritos dentro de un grupo, yo prefería hacer caer la balanza en favor a la razón, pues es mi "ojito derecho" y, como dice mi madre: "Tu hermano me da menos disgustos"; de ese modo yo también adoraba mi razón. Pese a ello esa idea corroía de manera drástica esa línea racional y poco a poco se anclaba más adentro de mi alma, y parece ser que a mi razón se le escapaban razones para defender su posición... Poco a poco, la pasión, mejor dicho, la "indomable pasión" se hacía con el poder de esa idea y sabía que si algún día se hacía con el control absoluto de esa idea, los cimientos de mi cabeza temblarían provocando un colapso que podría suponer mi fin... o quizás mi salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario